Sidonie-Gabrielle Colette
Colette vino al mundo el 28 de enero de 1873, en Saint Sauver-en-Puisaye,
Borgoña, heredando de sus progenitores, de la madre su amor por la
naturaleza y los animales, y del padre su afición por la literatura
y la fortaleza de carácter.
Sus primeros años fueron idílicos pudiendo hablarse de que tal vez fuesen los más felices de su existencia por cuanto vivió libremente en plena comunión con el mundo rústico que la envolvía, y que dejaría en ella una huella tan profunda luego traslucida a lo largo de toda su obra escrita.
De carácter muy independiente, marcha a París con pocos años, siendo puesta enseguida bajo la tutela de Henri Gauthier Villars, con quien acabaría contrayendo matrimonio aunque la sobrepasaba en edad.
Este marido, mujeriego, bebedor, peleón, amoral, oportunista y amante de la literatura, pretendía hacer carrera en el mundo de los escritores con el seudónimo de Willy, pero, falto de talento, contrataba a otros que escribían para él como "negros". Colette también trabajó para su marido desde el anonimato, ya que él le rogó que pusiera sobre el papel sus recuerdos de colegiala, diciéndole "que no tuviese miedo de revelar los detalles picantes". Ella lo hizo y nació la famosa serie Claudine.
Explotada por el aprovechado de su cónyuge, y engañada reiteradamente por él, Colette concluye por pedir el divorcio que le es concedido en 1906.
Libre al fin de los lazos asfixiantes de aquella relación, Colette emprende el vuelo en su aventura literaria que la iba a consagrar mundialmente con el paso de los años.
Contrajo un segundo matrimonio, ahora con Henri de Jouvenel, caballero distinguido, de buena familia, redactor jefe de Le Matin, que llegó a ser ministro y embajador. Esta boda concluyó en divorcio también, pero de ella quedó una hija, la única que tuvo la escritora.
Maurice Goudeket, fue su tercer marido. Muchísimo más joven que ella, la había admirado desde la adolescencia y, cuando finalmente la conoció, ya nunca más se separó de su lado acompañándola hasta que la novelista falleció el 3 de agosto de 1954, en París.
Esta otoñal historia de amor entre Colette y Maurice, se halla maravillosamente relatada en el libro autobiográfico escrito por este último y que se titula: La dulzura de envejecer, cuya lectura recomendamos como exponente de unos sentimientos delicados y sinceros, rara avis hoy en día.
Entre las famosas novelas de Colette están Gigi, llevada al cine con gran éxito, Cheri, La gata, y un larguísimo etc., de todos bien conocido.
Su estilo revela una ardiente alegría de vivir y una ingenua sensualidad descriptiva que lo abarca todo, desde el color de una flor, hasta el pelaje suave de un gato, pasando por los goces amorosos más intensos, todo eso sin olvidar su ahondamiento en la psicología de personajes o situaciones.
Entre los honores que Colette recibió en vida están el Cordón de Gran Oficial de la Legión de Honor, el de miembro de la Academia Real de Bruselas, y el de la presidencia de la Academia Goncourt, siendo la primera mujer que ejerció tal cargo.
Asimismo, en su juventud, fue una de las pioneras en el periodismo, llegando a subirse en un globo, para describir las sensaciones del viaje.
Colette, que en sus años mozos había practicado la gimnasia, y que era una mujer amante de la vida sana, pasó los últimos años de su existencia postrada en una silla de ruedas, minusvalía que no le restó en ningún momento ni el buen humor ni la creatividad, tanto más rica cuanto más años transcurrían.
No queremos concluir este breve apunte biográfico, sin contar una anécdota muy significativa, que se le atribuye a la brillante novelista francesa.
En cierta ocasión, un aprendiz de escritor, atormentado por las preocupaciones propias del que empieza, le rogó a Colette que le diese la idea de un argumento original para desarrollarlo, porque a él no se le ocurría nada que mereciese la pena de ser escrito, y ella, rápida como el rayo le contestó:
-¡Un hombre y una mujer se aman!
Se ignora la respuesta del autor en ciernes.
